Siempre he sentido cierta atracción por la cultura italiana. Tal vez sea por las similitudes que existen entre los
latinoamericanos y los italianos. La latinización de Europa por el antiguo Imperio Romano, y después la colonización de América
por los Europeos, fueron las causas de nuestras actuales semejanzas. Un elemento que nos une con los italianos es el idioma. El español, el portugués y el italiano son de origen greco latino en gran parte, así
que no es muy complicado entendernos con el habla. La originalidad del idioma en latino América reside en tener muchos vocablos
de origen indígena. Por ejemplo, muchas palabras de uso común y una gran parte de los topónimos en México son de origen náhuatl,
otomí, zapoteca, etc. Hay muchos nombres propios tomados de los idiomas de estas antiguas culturas. No es raro por ejemplo
llamarse Cuauthémoc o Xochitl. Durante mi estancia en Italia fue muy práctico saber español pues la gente comprendía más mi
idioma que cualquier otro. En Italia no pude comprobar la supuesta universalidad
del inglés. Es más, pude percibir un cierto espíritu anti gringo entre los italianos. Nunca falta una cultura que revindique
superioridad sobre las otras, y no solo me refiero a los gringos. Por ejemplo, escuché en una panadería romana a una señora
francesa pidiendo su pan hablando francés (¡!), gesto que naturalmente no fue bienvenido por la vendedora.
Otra característica semejante entre italianos y latinoamericanos es que la mayoría de las almas pecadoras tienen fe
católica. Todo buen católico mexicano recuerda bien las famosas palabras del
papa México siempre fiel. Los creyentes en Latinoamérica y en Italia pueden dormir en paz pues después de haber comido por
gula y de haber deseado a la mujer del prójimo un padre nuestro y dos aves Marías salvaran su alma ... Otra religión que une
a estas culturas (sobre todo a los hombres) es el fut. La pasión futbolera hierve en la sangre de ambos.
Además de las semejanzas nombradas, el latino y el italiano se parecen mucho en la forma de actuar
en la vida cuotidiana. Por ejemplo, la chispa de vida que se prende en las caras, el bien recibir a las visitas en casa, el
buen comer, el machismo, la unión familiar, etc. En fin, toda una serie de normas y valores que nos inculcan (o obligan a
aceptar) desde pequeños. Todas ellas tienen su origen en el idioma, en la religión, en la pasión por el fut, etc. Por todas
estas semejanzas no es raro que exista una gran comunidad de inmigrantes latinoamericanos en la bota itálica. La presencia
de los argentinos es palpable. Hay la plaza Argentina, la avenida Argentina,
varios restaurantes argentinos, por nombrar solo mis observaciones empíricas. En cuatro días encontré en comercios y hoteles
a tres argentinos. Me enteré después que la comunidad argentina en Italia es atípica pues esta compuesta en mayoría por ciudadanos
que poseen la doble nacionalidad. Se calcula que los inmigrantes que solo tienen la nacionalidad argentina son al rededor
de 80 000. Cifra que podría aumentar pues el año pasado se acordó un decreto el cual facilita el acceso en suelo italiano
a los argentinos que tengan al menos un padre, madre, abuelo(a) o bisabuelo(a) italiano(a).
Las señales de banderas de paz me persiguieron durante toda mi estancia en Roma. Al subirme
al tren para partir a Florencia pensé que tal vez allá la paz me dejaría en paz.