COLOMBIA ES LA MEDIDA
DE COLOMBIA
Un paìs jamàs se hace sòlo,
como ningún hombre. Un pueblo por màs autárquico que parezca vivirà siempre en perpetuo movimiento: alimentàndose de otros,
cambiàndose por dentro como se mueven los muebles en una casa. Sin embargo, es menester estudiar arduamente de qué elementos
està compuesto y determinar cuidadosamente cuàl es la combinación de dichos elementos (la posición de dichos muebles) para
hallar una resultante a la ecuación y descubrir asì cual es su esencia propia
e inigualable.
Sòlo en la medida en que
se haya emprendido ese difícil estudio que nunca acaba, un hombre puede realmente declararse competente para llevar las riendas
de un paìs.
El buen dirigente colombiano,
no serà nunca el que sabe còmo dirigir al francés o al estadounidense. El buen dirigente colombiano debe tener la habilidad
de esquivar el snobismo y renunciar a buscar las respuestas, e inclusive las preguntas, en los paradigmas ajenos, en los modelos
de otros.
Sabe bien que no està bien
visto ser criollo, pero no cae en la desvergüenza de rechazar lo suyo. No ignora que existe un efecto de fascinación y de
obnubilación de lo que viene del mundo confusamente llamado civilizado: lo comprende, pero no cae en la trampa.
Observa lo que tiene que
observar en el exterior, toma nota atenta, y saca ideas de ello, pero jamàs modelo alguno confinará su estrategia: su paìs es la medida de todas las cosas que competen a su paìs. Mirarà al mundo con ojos sinceros, desprevenidos,
y tomarà nota. Luego, estudiarà las notas con la lupa de Colombia, descartando lo que no muestre mayor utilidad.
Es evidente que no todo lo
foràneo es malo, ni todo bueno. Por ende es impérativo la posesión, por parte del dirigente, de un poder de perspectiva potente
y de conocimiento preciso de los elementos que integran a su paìs, para poder ver lo que los hombres no ven, porque él no
mira con estos simples ojos, el mira, respira y vive con los ojos de una potencia que encarna, de una naciòn que jamàs debe
subestimarse, pero tampoco sobrestimarse.
El buen dirigente colombiano
debe, primero que todo, definir a su naciòn y mostrarle a su pueblo còmo aquélla es particular e inigualable, de tal forma
que cada uno comprenda el sentido de ser colombiano y sienta ese vìnculo con la naciòn como una vena sagrada que le da contenido
a su sangre y le permite identificarse, y no como una molestia que arrastra aparatosamente por la vida.
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magritte - clarividencia |
El buen dirigente colombiano
debe ser ante todo un educador e inculcar a los colombianos un profundo amor por Colombia, renovando asì un pacto social maltratado
por todos. Debe mostrar al paìs como una fuerza poderosìsima que no encuentra las herramientas adecuadas de explotar las oportunidades,
pero jamàs debe señalar, ni de broma, que la naciòn en sì està enferma. Colombia es una esencia que trasciende toda realidad
palpable, y los colombianos participan en ella sin jamàs substituírsele. La envidia, el odio, y sobre todo la viveza no son
defectos de la naciòn, sino de los mortales colombianos, y el buen líder debe mostrar còmo estos obstàculos no permiten la
expresión de su energìa inconmensurable (la de Colombia).
Colombia es una mujer perfecta,
es un sueño, un ideal. Es una casa que hay que defender, una causa por la cual la vida, si es necesario, dar. Cada colombiano
se verà beneficiado de su fuerza en la medida en que suelte las amarras que no la dejan zarpar.
Es menester mostrarle a los
hijos de la patria, que no hay que buscar màs al norte o al sur o a donde sea. Es imperativo darle a los colombianos la idea
de que su madre es grande y que sòlo con el ahìnco de todos esa grandeza reventarà como el dìa revienta a la noche, inundàndolo
todo con su hermoso brillo.
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