Después de haber considerado por un lado la insuficiencia del cerebro para transmitir toda la
informaciòn recopilada por los sentidos y de concluir que la realidad es 'recreaciòn', me puse a pensar en aquello de
la fenomenologìa y, sobre todo, en las consideraciones de Kant al respecto.
La palabra fenòmeno viene del griego phainomena ("fenòmenos celestes") que viene de phainesthai,
que quiere decir "parecer".
Kant afirma que la realidad que percibimos no es la que es. En otras palabras, nuestro entendimiento
no alcanza sino para apreciar los fenòmenos y "no hay ciencias sino de los fenòmenos". De esta forma, el mundo en el que vivimos
es fenomenològico (lo que no quiere decir que no hayan màs que fenòmenos, sino que no somos aptos para percibir
nada màs).
Estas razones, que van en el sentido de las del Dr. Berthoz, son de orden metafìsico, por cuanto
hacen alusiòn a "el ser". Qué es ser y que es parecer? Còmo acceder a lo realmente existente?
Con preguntas parecidas e interminables me eché a rodar como una piedra pegàndome contra todo.
Si el mundo que se me presenta no es màs que un fenòmeno, dònde puedo hallar alguna seguridad? Cuàl
es el fundamento de todo lo que hago?; la seguridad detràs de estas letras que me garantice que son realmente lo que parecen?
En mi caìda precipitada, me impacto durìsimo aquello de la polisemia lingüìstica (una sola palabra
puede encerrar diversos significados, diversos sentidos). Y, tras considerar mi propia situación como aprendiz
de una lengua extranjera, recordé lo que cuenta Rousseau en l'Emile. Dice que conociò a varios genios de 6 o 7 años
que hablaban a maravilla 2 o 3 lenguas. Interesado sobremanera se dio a la tarea de examinarlos de cerca y llegò a la conclusión
que éso de que eran polìglotas era una mera ilusiòn (de illusio, juego). Es que
es cierto, yo mismo he tenido la experiencia: una lengua no es rotundamente un conjunto de palabras sin màs ni màs; es un
sistema de representación, de proyecciòn de imàgenes. Hablar una lengua no es aprenderse un diccionario de memoria; es asociar
unos fonemas con ciertas imàgenes. En mi español, la palabra mamà es mil veces màs rica que la palabra madre; en mi francés,
la palabra nation es mil veces màs rica que la palabra pays. Sin embargo, esas cuestiones cambian de persona en persona. Y es ese cambio el que desestabiliza las cosas:
si las cosas no son como yo me las imagino (represento en mi cabeza), ni lo son tampoco como los otros lo hacen (quién puede
decir que el mundo es como el lo piensa?), còmo debo organizar mi vida? En funciòn de qué debo actuar? Qué debe motivar mis
movimientos? Cuàles son mis necesidades reales?
Y el peso de una palabra rápidamente adiposa me precipitò al vacìo: el sentido. Cuàl es el sentido?
Y en ésas, me puse a mirar una nube que pasaba con cara de hombre barbado y como tengo metido adentro
una educación de tipo catòlica se me ocurriò abrirle el rancho a la palabra "dios". Y todos felices, pensé. Dios justifica
todo, le da un sentido a todo. Pero, qué justifica a dios? Tal vez un dios màs poderoso! Pero, y a ése? Pues otro; y a ése
otro?, y asì ad infinitum.
No! La pregunta clave es: qué razòn le da sustento a todas las otras?
Kant responde de manera descorazonadora: no hay razòn de ese tipo, en eso consiste el vacìo de la razòn.
Y en ése momento me engulló la tierra, o màs bien yo me la tragué a ella, y me dejò una indigestión
de la cual aùn no salgo.
(ver la continuación en el
aporte de la siguiente semana)