A sus 34 años de edad Claudia Jiménez Jaramillo ya tuvo una hija, ya escribió un libro y ya sembró un
árbol. En el último caso, sin embargo, no se trata de una especie cualquiera sino de una más compleja: la nueva estructura
del Estado colombiano. Como coordinadora del Programa de Renovación de la Administración Pública es la responsable de la cirugía
a las entidades del gobierno.
Aunque las medidas están recién salidas del horno ella las venía concibiendo desde años atrás. A finales de la década de
los 80, en sus clases de derecho y ciencias políticas en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, tuvo su primer
acercamiento con ese organigrama laberíntico de la administración. Frente a semejante cuadro una muchacha cualquiera podría
bostezar. Ella, por el contrario, lo contemplaba con un embelesamiento tal que se sumergió a estudiarlo con pasión de artesano.
Se marchó para la Université de Paris II (Panthéon-Assas), donde obtuvo su diploma superior en derecho administrativo, luego
pasó a la Ecole Nationale d'Administration (E.N.A.), en Estrasburgo, donde recibió el diploma internacional de administración
pública, para finalmente obtener el doctorado en derecho, también de la Université de Paris II, con mención "muy honorable
con felicitaciones del jurado".
Con semejantes conocimientos los especialistas empezaron a buscarla para que fuera asesora en derecho administrativo, tributario
y comercial, tareas que alternaba con sus amigos más cercanos, que la invitaban a bailar salsa o a escuchar boleros, dos de
los géneros musicales que ella disfrutaba en rumbas hasta el amanecer. "Baila con el mismo placer que disfruta el trabajo",
dice uno de sus amigos del alma.
Lo que ocurre es que a la hora de escoger no tiene dudas: primero el trabajo. Eso fue lo que le dijo a Santiago Montenegro,
director de Planeación Nacional, la mañana en que llegó a su oficina y le dijo una frase escueta: "Yo soy la persona que están
buscando". Luego le soltó una catarata de información sobre lo que había que hacer con la reestructuración del Estado, que
iba desde las entidades de mayor envergadura hasta las casi desconocidas. Montenegro quedó tan impresionado que la contrató.
Cuando conoció a Alvaro Uribe Vélez se hizo evidente una gran empatía: ambos aman y tienen caballos, ambos son obsesionados
con el trabajo, ambos disfrutan el olor del rocío en las mañanas de las montañas de Antioquia y, sobre todo, ambos tiene el
propósito de poner al servicio de la gente esa estructura monumental que se llama Estado colombiano haciéndolo más moderno
y gerencial.
Su gestión ahora se hace visible entre los aplausos de muchos y las críticas de los sectores sindicales. En las ruedas
de prensa y en los consejos de ministros hasta ahora no ha habido el primero que le diga que su labor no es la correcta. Ella
da cifras y balances, presenta proyecciones, dibuja gráficos. Todo de memoria, con una precisión de relojero.
Ese árbol que ha sembrado, el del nuevo organigrama oficial, debe dar frutos cuando los ciudadanos empiecen a ver que el
Estado es sinónimo de eficiencia. Cuando eso ocurra Claudia Jiménez Jaramillo volverá a dar clases en la universidad y dedicará
más tiempo a su esposo y a su hija. Lo dice con el tono metódico y escueto que siempre usa.
*Artículo publicado en SEMANA