En
el marco de un festival cultural iberoamericano decidí ver la película colombiana "La primera noche" del director Luis Alberto
Restrepo. Es una película del año 2003 que cuenta en su haber con numerosos premios nacionales e internacionales. Entre
otros la mejor película del Festival de Cartagena del año pasado.
La
temática es entre nosotros bien conocida pero no vivida en carne propia. Narra las desventuras y miserias de quienes
por la violencia de los grupos sanguinarios de nuestro país se ven avocados a abandonar su terruño después de constatar la
muerte de sus seres queridos. Ver a estos dos campesinos bajarse del bus con "par muchachitos bajo el brazo" y enfrentarse a
una urbe como Bogota, es impresionante. En que momento el ser humano remplazó, los árboles por edificios y se
creo entre ellos su habitat?
La
película se llama la primera noche en alusión a la primera noche que esta pareja pasa en la oreja de la carrera
séptima con calle 26. Cuantas veces he pasado por allí? Innumerables, sin jamás preguntarme sobre el drama de
estas personas. Mi solución fué blindar mi corazón contra los sentimientos de compasión. Ver esta película me
cayó como una piedra retroactiva de mi indiferencia durante estos años.
La
película nos deja ver la vida pobre, humilde pero inmensamente feliz del campo. Es criminal ver nuestra ciudad crecer
a punta de esta gente que solo por la violencia es forzada a dejar un campo hermoso donde el agua corre aún transparente.
Pienso
que aún cuando no contribuyamos directamente a una solución coyuntural para atacar este problema de los desplazados, el simple
hecho de romper la cadena de indiferencia es un paso significativo.
Recuerdo
como en Diciembre hace dos años compramos unos combos en McDonalds para darle a unos desplazados en la esquina de Salitre
Plaza. Orgullosos lo hacíamos. Pero lo hacíamos para sentirnos bien con nosotros mismos, no por ayudar realmente.
Es casi caricaturesco que les hayamos ofrecido justo McDonalds, si supieran lo que contienen dirían que los estabamos
envenenando.
Estoy seguro que no se necesitan muchas monedas para arrancar sonrisas. Sino porque creen que el slogan de esta hamburguesería es Las sonrisas son
gratis. A que no son tan tontos si logran vender tanto? En nosotros está el reto de no creerles tanto.
Volviendo
al tema de las sonrisas. Si al menos pudieramos con un gesto decirle a los desplazados que nos importan, que sus
luchas son las de un pueblo humilde pero valiente que pone el pecho. Porque en nuestro país el campesino que nos
alimenta, es el campesino que ofrenda su hijo al ejercito y este hijo el que pone el pecho por Colombia.
Y nosotros vástagos de la comodidad de la ciudad, nos dejamos arrastrar por lo mullido de un divan y el mutismo
de la indiferencia. Preferimos seguir viendo la televisión por cable y solo cambiar a las noticias nacionales cuando
pasan las nimiedades de los "hechos diversos" que ya ocupan la mitad del noticiero.
A mis
23 años no estoy seguro que la indiferencia sea la solución. Tarde que temprano tendremos que despertar a la realidad
que Colombia también es el campo y no solo la ciudad, cuanto más tarde despertemos más doloroso será.
Con un abrazo y una imagen les dejo.