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(la mùsica fue tomada de la pelìcula. El compositor es Philippe Sarde)

LIZA
de Marco FERRERI (1928-1997)
 
DEL DIRECTOR
"It is here a distinction to be made between Ferreri's allegory - suffered and hence, at the end of the day, realistic - and the idle and ornamental allegory of many other film directors. Why do we say that Ferreri is a realist? Because while his realism does not focus on those aspects that may be sensed, there is no doubt that he aims at portraying a moral reality that swings between sociology, biology, history and human sciences. Ferreri feels this reality as something that concerns him and indeed he presents us with a moving and torn apart portrait." Alberto Moravia - 1978

Marco Ferreri

DE LA PELICULA

Ferreri, para comenzar, es mi director favorito. He tenido la fortuna de verme unas 15 pelìculas suyas y mi impresiòn general es que se trata de un genio. Poco recordado en general, inclusive en Italia, Ferreri es, sin embargo, un monstruo del cine cuyas pelìculas son mucho màs profundas que lo que un simple vistazo puede rescatar.

En liza (1972), Ferreri crea un cuadro de mùltiples impresiones a la vez que procede a un cuestionamiento profundo de la sociedad humana y de nociones como la libertad y la independencia.

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Giorgio (Marcello Mastroianni), dibujante de tiras còmicas, a dejado Parìs y la civilizaciòn y ahora vive en una isla, solo, con su perro. Decidido a vivir aislado un largo tiempo, Giorgio ve su existencia desequilibrarse por la llegada inesperada de una mujer coqueta y caprichosa (Catherine Deneuve), bella también, y casi salida de las pàginas heladas de una revista de modas.

Cosa impactante es la indiferente calma de Giorgio frente a esa mujer acostumbrada a ser caprichosa y tener todo a sus pies. Pero es una indiferencia que va màs allà de toda cuestiòn de sexo. Es una postura frente a la vida misma, es como una tempestad amazònica, hùmedamente calida, abatida sobre un jardìn inglés. Giorgio es natural, sin ser vulgar. Vive con un perro extraordinariamente expresivo, pero naturalmente espontàneo. Perro y hombre parecieran fluir en esa isla amarilla bañada por el mar y por el sol.

La isla de Giorgio es un paraje brillantìsimo regado por el viento y a veces por la lluvia. De vez en cuando se divisa la presencia de un barco a la leganìa o de un jet volando muy alto, pero la isla goza de una grandiosa calma.

Serìa inacertado evocar a Robinson Crusoe en su isla ya que Giorgio no es ningùn nàufrago y ademàs cuenta con un pequeño radio y con un bote que utiliza para traer suministros de algùn pueblo no muy lejano. Es éste un punto esencial del relato: el hecho de que la soledad y el aislamiento sean algo deseado y no impuesto.

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Liza llega a la isla un dìa como cualquier otro mientras Giorgio pezca y departe con Melampo, su perro. Inicialmente auxiliada por el hombre, quien parece concederle tratos excepcionales (pero de una naturalidad impresionante) en primera instancia, para luego proseguir ràpidamente con el curso habitual de sus dìas en la isla, Liza pasa paulatinamente de la pedanterìa a la coqueterìa y luego a la indignaciòn de no ser reconocida y distinguida como lo habìa sido siempre. Es por éso que pide a Giorgio que la lleve a tierra continental y éste, ni corto ni perezoso, accede sin ofuscarse.

Una vez màs solos, perro y hombre siguen su vida normal, aquel echado sobre la cama de éste, éste dibujando lo que habìa pasado con Liza y hablàndole a aquel de historia y demàs ("conquistar la libertad es conquistar la simplicidad": Joan Mirò) Pero, Liza habrìa de volver y esta vez las cosas serìan distintas...

Al observar la imperturbabilidad de Giorgio quien no ve màs que a su perro como compañero cotidiano y legìtimo, Liza decide dar un vuelco total a la situaciòn y después de llevar a Melampo (oh! pobre vìctima) a un baño del cual regresarìa sin vida, asume su papel al lado de Giorgio quien pasa de la desazòn ("avec qui je vais parler maintenant?") a la aceptaciòn natural ("après tout ce n'était qu'un chien").

Asì pues, se da inicio a una relaciòn fuera de lo comùn en la que un hombre, en busca de independencia y de tranquilidad con respecto al Leviatàn que constituye la sociedad, se ve en compañìa de una mujer aùn màs audaz que él, sin miedo a romper todos los esquemas sociales y abandonar todos los prejuicios alimentados por las instituciones y medios de comunicaciòn.

Se trata de una convivencia excepcional que no puede ser comprendida a través de los prismas tradicionales y que no debe ser interpretada como una dominaciòn machista.

Giorgio lo explica a su esposa en Parìs, quien trata de suicidarse para hacerlo regresar: "ne te moques pas de moi, je n'ai jamais dit qu'elle était une chienne" (no te burles de mì, yo jamàs te dije que ella era una perra)... y luego añade: "non, tu ne comprends pas, tu voudrais comprendre mais tu manques d'imagination"(no, tu no entiendes, quisieras entender pero te hace falta imaginaciòn)

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Precisamente es ésto, la imaginaciòn, lo que abunda por cantidades en esta historia de Ferreri. Ningùn personaje parece forzado a hacer nada. Todo fluye reposadamente como en un manglar. Todo encaja con la mayor naturalidad y sobre todo, todo es tan natural sin encajar para nada en las circunscripciones de la sociedad.

Sin embargo, la marcha fatìdica de las cosas (el mar se lleva al bote, el invierno se avecina), hace que la comida (peces, latas de alimentos, etc ) se vuelva escasa y ya pronto la isla parece aprisionarlos. Y es aquì cuando una reflexiòn parece inevitable: "el hombre es un animal social", a cambio de la libertad se consiguen bienes difìcilmente obtenibles de manera individual.

Entonces Giorgio y Liza se hacen a la tarea de irse de la isla. Al cabo de un mes, Giorgio repara un viejo aviòn varado en la arena insular, pero cuando van a partir en busca de quién sabe qué lugar, el aviòn no despega y el final de la pelìcula llega.

Ah! la libertad, esa mitad del alma humana como decìa homero... la libertad: ese alimento de difìcil digestiòn.

Liza es un tributo raro a la libertad. Libertad de Ferreri que impregnò su sello en cada momento de la pelìcula (a pesar de estar asesorado por el surealista Jean-Claude Carrière el registro es netamente ferreriano); libertad de Giorgio, de Liza, libertad de una isla solitaria, libertad del ruidoso silencio, libertad de una relaciòn humana. Pero al apagar la tele, qué libertad nos queda a nosotros?

luigyman@hotmail.com