Después de varias semanas de nomadismo, rolando como piedra salina en el México bárbaro, al fin tengo unos breves minutos para dedicarselos a Ekklesia. Quiero agradecer las críticas, galantes o mordaces, a mis aportes. Me agrada que mis escritos sean leídos y criticados, ya que de esta manera uno puede auto criticarse, reconocer errores o reiterar convicciones.

Quisiera agradecer a Ricardo su valiosa opinión respecto a mi aporte sobre la identidad mexicana. Es cierto que uno siempre tiene tendencia a dejarse lavar el cerebro con discursos moralistas plasmados en los libros de historia de quinto año de primaria. Nos enseñan la historia a través de la óptica mexicana lo cual hace que se olvide la experiencia del rival. Con respecto a la invasión francesa a territorio mexicano en 1862, es verdad que este hecho es un capítulo más de las batallas “románticas” de la historia universal. Sin embargo, no hay que dejarse llevar por las pasiones ante tan delicados tópicos ya que deben analizarse con sangre fría y objetividad los hechos de éste pasaje de nuestra historia. Es cierto que los franceses tenían razón en defender sus intereses económicos ante la negativa mexicana por pagar sus deudas extranjeras. No obstante, hay que recordar que eso fue el pretexto de Napoleón III para expandir su Imperio en América y aprovechar la estratégica posición de México y los conflictos internos de Estados Unidos, es por eso que España e Inglaterra no aprobaron sus planes secretos y decidieron no continuar con la invasión. De esta manera reitero mi nacionalismo mexicano ante tan valerosa resistencia de las fuerzas del General Zaragoza en Puebla contra el mejor ejército francés, el más entrenado y mejor de la época.

La sed de poder y gloria han dado como resultado guerras sanguinarias que hoy nos parecen “románticas”, como Ricardo califica este tipo de batallas. Debemos tener en mente que nuestro presente es la continuación de nuestro pasado y si nos dejamos llevar por el mero sentimiento romántico y pasional de los conflictos bélicos, a la manera de Hollywood,  corremos el riesgo de no ser objetivos (aunque sería más agradable pensar que la vida no es más que una película y “vivir jugando a los westerns en el patio de la casa”, como diría Rumi, y vivir: “buscando semejanzas entre el cine y la vida”). Gracias Ricardo por tus críticas y espero que no creas que soy una ciega pacifista, la pasión por la guerra no es negativa,  pero hay que identificar si el recurso a la violencia como recurso dialéctico es justificado o no.

Con respecto a las otras opiniones sobre mis aportes, agradezco de igual manera las críticas de Luis y de David. No cuento con el tiempo suficiente para compartir con ustedes mis impresiones sobre sus críticas, ya que me encuentro en Colombia y prefiero colaborar con aportes sobre mis impresiones en tierra cafetera. Cuando regrese a Canadá tendré el tiempo para concluir mis impresiones con respecto a la paz, entre otras cosas.

Me encuentro de visita en Colombia y quiero aprender lo más que pueda de este maravilloso país. Se que en tres semanas no se conoce con detalle un país tan complejo, pero trataré de ser lo más sensible ante la realidad percibida por mis sentidos.  Por ahora mis pocas impresiones no han sido más que positivas. Estando en Bogotá me invade un sentimiento de frescura y alegría. Los diarios en Europa y Canadá poco hablan de las ventajas del trasporte Transmilenio, así cómo de la nueva red de bibliotecas y parques de los cuales David ya nos ha hablado. La tinta de los reportajes sobre Colombia es color rojo sangre. La violencia y la guerra son un fragmento más de la realidad colombiana. Mis próximos aportes serán pues dedicados a explayar mis impresiones sobre este país andino que tanto amaba Bolívar. Los exhorto a continuar participando en Ekklesia y que sean tan críticos ante mis escritos, yo lo seré de igual manera ante los vuestros.